A tu merced y a mi antojo

lunes, 16 de noviembre de 2009




Escarpada umbría. El punto G es más accesible que el  botón de Off y ahogarse en la desidia cobra ahora tanta fuerza como fundirse en un orgasmo.

Mis yemas rastrean a tientas unas huellas decadentes, mitad pétalos, mitad espinas, y el tacto se levanta en una legión de poros sedientos de instrucciones. Márcame el ritmo, trae tu imagen a mi mente y deja una estela desde tu recuerdo hasta mis pulsiones.

Alevosía espera impaciente que le susurres el camino y Meditación se acostumbró a hacerse la despistada. Así que pósate en mi lengua, endulza mis papilas, ciérrame los ojos y hazme inhalar profundo.

Te concedo unos instantes de poder de los que no serás consciente. Quedaré absolutamente a tu merced sin que tengas noticia alguna. Pero al recuperar el juicio,  vagarás de nuevo entre el olvido y mi caja de Pandora.

Vuelta a empezar.           Todo en orden.          Tu recuerdo, a mi antojo.