Desorden-a-dos. Hipótesis 1

jueves, 30 de julio de 2009
Tenía el corazón en primavera. No sentía ni frío ni calor extremos. Latía a una temperatura corporalmente correcta. A unas pulsaciones que encajaban perfectamente dentro de los límites de lo normal, por no decir que eran la normalidad hecha ritmo. Si acaso algún otro órgano de utilidad sexual se alteraba en algún momento y hacía tambalear esa normalidad de forma fugaz, como altera un estornudo. Pero nada más lejos de follar con lágrimas en los ojos. Nada más distante.

Todo era Perfecto: el mantel, el menú, las velas, la compañía, la música, la decoración, el aroma que todo lo envolvía. Todo menos ese incómodo sentimiento de comodidad que le inquietaba. Lo correcto estaba bien, no daba complicaciones, pero siempre se quedaba a medio gas y así era complicado implosionar.

Era un pequeño caos, un desastre natural encapsulado. Necesitaba engancharse a otro torbellino que girase con la misma fuerza e intensidad, pero en sentido opuesto para equilibrarlo todo. Así de sencillo. ¿Difícil?

Su orden, su equilibrio, partía de la cohexistencia de dos desórdenes encadenados sin ataduras. Pero, buscando o sin buscar, con lo único que se topaba era con una armonía ordenada desde los pies a la cabeza y eso desestructuraba todo su sistema.

Quizás su destino era vagar como el Katrina o aparecer de repente en la vida de alguien como un Tsunami, revolucionándolo todo en un abrir y cerrar de ojos y dejando una sensación después de caos, desolación y ganas de olvidar. En ocasiones alguien pensó que sus dotes de doma lo solucionarían todo, "será cuestión de tiempo...". Pero los pequeños desastres llevan el caos implícito. Indisolublemente.